En días pasados una amiga de la primaria nos organizó para hacer un “calendario” de todas las compañeras de la primaria/secundaria. Aunque al principio parecía una idea loca hubo muchas entusiastas que luego luego aportaron su fotografía. ¡Wow! Es maravilloso ver mujeres de poco más de 40 años luciendo bikinis, trajes de noche, escotes provocativos y miradas sensuales. Sin embargo, también ha habido el grupo de las que “quieren pero no se animan” que "porque están gordas, que están flacas, que están arrugadas, que puras miserias, que allá para el 2030 cuando ya tengan el abdomen mas reducidito".
Y mas que ser una cuestión social, me doy cuenta de la
barrera mental que nos hemos formado, influenciados por los medios masivos, las
supuestas tendencias de la moda y una era de culto al cuerpo, que lejos de
acercarnos a la satisfacción de tener un cuerpo sano, nos hace enfocarnos en
aquello que se han empeñado en señalar como malo. ¿Quién determina que es la
belleza de una mujer? ¿Acaso el concurso Miss Universo, donde ahora permitirán la
participación de transexuales, mujeres hermosísimas, que habiendo nacido como
hombres ahora serán el modelo de la belleza femenina? ¿Quién determina que es
la sensualidad? ¿Entre menos ropa la mujer es más sexy? ¿Quien ha definido el ejemplo del cuerpo perfecto
de la mujer? ¿Las modelos de Victoria Secret, o la abundancia de tallas cero en
las tiendas departamentales?
Vivimos rodeadas de influencias que se meten en lo mas
profundo de nuestro ser. Es una cuestión
femenina, eso de vivir contando las calorías, midiendo las porciones, matarse
en el gimnasio para quemar 250 calorías, mismas que nos comemos y duplicamos en
una exquisita rebanada de pizza. Somos culpable de torturar a nuestras parejas
con esa pregunta que los pobres jamás saben como contestar, porque de cualquier
modo saldrán raspados: ¿Me veo gordaaaaaa?
Yo no he sido exenta de estas pesadillas. Nunca fui de
cuerpo escultural, y evidentemente la cuarta década, la falta de ejercicio
durante muuuuchos años y la adicción a los alimentos “prohibidos”, pasan su
factura. A mis 42 años hay días que quiero tener el cuerpo que tuve a los 20, y
en versión mejorada, y si se pudiera, sin hacer ejercicio y comiendo mis “ Doritos
Sweet Chili Heat” (la versión mas picosita en estas tierras) con una cervecita
helada, mientras vemos la televisión. Sin
tener en realidad exceso de peso, sueño con ese abdomen plano, con no volver a
ver el maldito “callo de la andadera” y acto
seguido, ser encerrada en una pastelería y poder probar todas las delicias que
abundan en un lugar así. ¡Sueños
guajiros los dos!
Entonces… ¿Estamos perdidas las mujeres? ¿Viviremos
eternamente en la auto-crítica frente al espejo, buscándonos la lonja en el
mejor atuendo, asfixiándonos con la faja y moreteándonos con el masaje
reductivo? ¿Viviremos el resto de la vida visitando los Weight Watchers para
vernos como Jennifer Hudson, enjabonándonos mañana, tarde y noche con el
Siloutte 40 y pesándonos diario para ver si hay 100 gramos mas que ayer? ¿Ir a comprar un traje de baño será una acción
que requiera atención psiquiátrica?
¡Todo esto suena a locura! Pero sé que en este mundo
del peso, el cuerpo, la belleza y la sensualidad, no estoy sola. Me acompañan muchas mujeres, que como yo, hay
días que perdemos la sensatez, y en nuestro distorsionado mundo, los espejos de
cuerpo completo solo reflejan poca cintura y panza. ¡Qué equivocación! Los espejos de cuerpo completo no mienten y si
rescatamos la compasión y el amor a nosotras mismas, veremos que también hay
piernas torneadas, cuellos exquisitos, hombros pecosos y sexys, ojos hermosos y cabelleras
que atraen la mirada. Un maquillaje que
destaque la belleza del rostro, el atuendo que nos ayude a minimizar los
detallitos y realzar los atributos ¿Y
la panza? Ahí está, pero no es lo más
importante.
Apoyo la vida sana, la alimentación balanceada, el
ejercicio como una forma de vida y como una disciplina. Cuidar nuestro cuerpo
es nuestra obligación, no solo por belleza, sino por salud. Pero dejar que nuestra
apariencia física nos limite en cualquier aspecto no está bien. Es una lucha
diaria, como diría una buena amiga mía: Aprender a vivir con la loca de la casa
(nuestra mente) y no permitir que nos gobierne.
Aprender a amarnos como somos, a ser más seguras y a aceptar que somos
como somos, que somos perfectibles pero no perfectas.
Cuando amanezco viéndome como un “Rotoplast”, pienso
en que hace unos 6 años, estaba delgada, con esa delgadez envidiable de ““Wow, ¿Cómo
le hiciste? ¡Estás bien delgada!” Las
palabras que a todas nos hacen sentirnos de ensueño. Estaba delgada, porque estaba deprimida,
porque tomaba pastillas y porque mi hermano estaba muerto. Y fui delgada mucho tiempo, el mismo tiempo
que no fui feliz. Cuando pienso en eso,
prefiero tener ese “flotis” en la cadera,
que me recuerda que ahora vivo mas plena, sana, alegre y que unos kilos no
determinan la belleza y la sensualidad de una mujer, esa la llevamos en el
alma.
¡Los Saludo!