3.13.2012

Cantando bajo la lluvia…

Y corriendo bajo la nieve. No, no me volví loca, todavía me queda mucho de mi traje de gallina. No me gusta correr bajo la lluvia ni cuando hace muchísimo frío.  Pero mi entrenamiento ahorita ya marca distancias más largas, que honestamente son “escalofriantes” en un gimnasio, la sensación de rata de laboratorio, por más de una hora es espantosa, es una batalla mental.  Así que le estoy dando preferencia a correr en exteriores, y voy monitoreando el clima para tratar de coordinar los trayectos largos, pensando que a estas fechas hay “mejores” condiciones.  Pero alguna vez leí por ahí, que “El clima no tiene palabra”… ¡hijo del mal!  Claro que no tiene palabra, hoy me la hizo.


Desde anoche chequé en el “Weather Channel” el clima del día, y efectivamente, pronosticaban después de las 10am, “precipitaciones mixtas” o sea… nieve y lluvia, con un probabilidad no tan alta (no decía 100%). O sea, que entre las 8 y las 9am estaría a salvo.  En la mañana, nuevo chequeo en la misma página y re-confirmación con el meteorólogo de mi noticiero favorito. Gorrito coqueto, guantes, y ya en la puerta opté por mi chamarrita anti-lluvias, por aquello de las dudas, “Por si me llueve un poquito al regreso”.  



Inicia mi caminata de calentamiento, vamos bien, concentración, ruta ya trazada, esperando que cambie la luz del semáforo para poner el cronometro, cambia la luz, inicia el reloj, banderazo de salida… ¡Y arraaaaaancan!  Veo pasar una “pelusa voladora”, mis ojos mandan la señal al cerebro, cerebro decodifica y envía resultado: “pelusa voladora presenta características de copo de nieve pequeño”.  Inmediatamente entro en estado de negación. Ajusto audífonos de mi IPod, y sigo corriendo.  “Que bonita calle, por aquí nunca había pasado”. Detecto la presencia de otras “pelusas voladoras”, la ira se empieza a hacer presente, no llevo ni cinco minutos. Sigo corriendo… “pelusas voladoras” muestran su verdadera identidad, incrementan gradualmente número y tamaño, sin embargo su vida es efímera, la temperatura no es tan baja (2 grados) y no se quedan. Tan pronto tocan el piso se estrellan y convierten en gotas de agua, pero lo mismo pasa cuando se estrellan contra mi chamarra, gorro, guantes y “leggings”.  Van 15 minutos, sigo corriendo y es momento de la decisión:



a)    Me meto a un café, me tomo algo calientito y espero a que pase la nevadita (mientras me enfrío, me da flojera y me regreso a mi casa)

b)    Tomo un camión (que ahí viene) y me regreso a la casa (trayecto mas 10 min. de caminata de regreso bajo la nieve y enfriamiento)

c)    Sigo corriendo, me mantengo calientita y ya llegando a la casa me baño con agua hirviendo. Termino mi entrenamiento y vivo la experiencia de correr mientras está nevando, al fin que no está resbaloso, porque no se está “pegando” la nieve.



Si, adivinaron, opción C.





Por ahí del kilómetro 3, mientras espero a que cambie la luz del semáforo, observo la nieve, ¡es hermoso ver nevar!  Los copos flotaban, y el viento los hacia bailar de un lado al otro, formando algunos remolinos de “pelusitas voladoras”. Mejor pongo mi IPod en la bolsa de mi chamarra, no vaya a ser que muera el pobre.  La gente camina, abre sus sombrillas, se ponen el gorro de sus chamarras, van al trabajo, a la escuela, yo voy a seguir corriendo.  Sigo… un auto amable me cede el paso, capto la mirada compasiva de algunos conductores, y la de otros transeúntes con cara de “Yo estoy aquí porque tengo que ir a trabajar, ¿pero tú?”  Sigo corriendo, ahora está medio granizando, una bolitas muy  pequeñas,  ¡eso si me da cosa! Porque el granizo si lastima. Pero no fue por mucho tiempo. Ya voy a la mitad, otro semáforo, un trabajador en la calle ríe al verme   --- Sí, abrí la boca y me “comí” unos copos de nieve, ¡refrescan delicioso! (me acorde de esa canción de Barney, de “Si los copos de nieve, fueran leche malteada, me encantaría estar ahí, abriendo la boca para saborear…)



Sigo, la nieve cede, empieza a asomarse… ¡El sol! No te hagas del rogar, ¡ya ven!  Pero en su lugar llegó el viento, de frente. Sigo, sigo… ya falta menos, pero esta calle si tiene un capita delgada y blanca, mis huellas quedan ahí, evidencia de que si hice la subida. Sigo corriendo, ya no está nevando, ahora ya está lloviendo, llegó la lluvia a la hora programada, (¡Pronóstico del clima tan acertado!). Son veinte minutos más. Ya veo la meta, paro el cronómetro. La lluvia sigue, ligera. Me da chance de llegar a la casa. Mi cara es una gran sonrisa. Le llamo a mi amor para compartir. Lo hice… 10 kilómetros contra viento y marea. ¿Y saben qué? ¡Lo disfrute muchísimo! No fue por mártir, ni heroína, ni estoy perdiendo la razón. Me jugó el clima una mala pasada, y como dicen por ahí “Si la vida te da limones, haz limonada”...  o raspados… o helados.


¡Los Saludo!