8.03.2011

Es que siempre estamos viviendo de noche…

Se presenta ante nosotros generalmente en la adolescencia. Nos seduce bajo la promesa de incorporarnos al mundo de los “grandes” o de los buena onda. Aquellos que osan despreciar su amistad se vuelven objeto de la incesante burla y la etiqueta social. Te ofrece su amistad incondicional, aunque sabes que tus padres no lo aprobarían. Te han hablado de él, de los peligros que implican su carismática pero traicionera camaradería. Sin embargo, quieres pertenecer. ¿Acaso no ha sido el invitado de honor de políticos, artistas y empresarios?  Hasta lo has visto en tu propio hogar, ha presenciado las más recordadas comidas familiares, las Posadas y  ciertos cumpleaños. Haciendo memoria, recuerdas que es también parte de la historia y objeto hasta de un milagro. Normalmente es en esta edad cuando empieza una relación, que con madurez, bien puede durar toda la vida. Sin embargo, en algunos casos, no termina nada bien.


 Al paso de los años te das cuenta de que se han vuelto amigos inseparables, compañero de tus momentos más divertidos, de esas prolongadas noches de música, amigos universitarios, de días de playa y puestas de sol; cuantas veces no ha sido testigo de tus lágrimas por el amor perdido o de la furia que desata una traición. Nunca te ha negado su presencia, has sido tú el que a veces lo aleja de ti, pero tan pronto lo llames volverá a tu lado, para ofrecerte su compañía que aprecias, al fin y al cabo, te hace sentir bien.


 ¿Cómo pueden juzgarlo tan duramente? ¡Si es a todo dar! Como algunos amigos, tiene sus defectos, pero no vamos a negar que es ¡El alma de las fiestas!  Tiene la facilidad de hacer hablar al callado, hacer bailar al que tiene dos pies izquierdos, vuelve sexy a la más recatada y hace cantar al más desafinado. A veces la hace de Cupido y bajo su influencia se han desatado los más apasionados besos e interminables noches de amor. Al otro día le reclamas, ¡Qué clase de consejos son esos! Ya no sabes cómo componer aquello que descompusiste, pero bueno… ¡No hay mal que por bien no venga!


 Sin embargo, al paso del tiempo, descubres que su compañía se vuelve muy demandante. Insiste en estar contigo noche y día.  Empieza a ser parte de tu vida social, personal, profesional, de tus momentos familiares, de los momentos más íntimos también. Sin darte cuenta empieza a tomar control sobre tu vida. Ya no te diviertes tanto como antes, su presencia llega a incomodarte, pero no puedes despacharlo lejos de ti.  Su amistad implica sacrificar a otros, porque te das cuenta de que lo prefieres a él sobre todas las cosas. Algunas veces lo castigas con la “ley del hielo” y prometes terminar con esa malsana relación. Pero sientes que te hace falta, ya es parte de tu vida y sin pensarlo vuelves a llamarlo, él  por supuesto, acudirá al momento, siempre solícito y dispuesto a brindarte su compañía. Ahora sabes que cuando está lejos hasta te sientes enfermo.  Hay quienes te hablan sobre el cambio que han visto en ti, te ofrecen su ayuda, su compañía, te pasan los teléfonos del mejor terapista, pero tú siempre respondes con la misma frase  “Estoy bien, lo tengo todo bajo control”.



Y resulta que una noche salen juntos, como tantas veces lo han hecho.  Su compañía te hace sentir invencible, poderoso. Te ha convencido tantas veces de que su amistad saca lo mejor de ti y exalta tus capacidades. Sí… eres el rey del camino, un “Fittipaldi” en potencia, como siempre te ha dicho él. De pronto todo es confusión, golpes, sonido de cristales que se rompen, estruendo. Y después silencio. Tu cuerpo no responde, solo puedes sentir dolor. Tu boca es incapaz de emitir un sonido, ordenas a tus ojos que se abran, pero no te obedecen. Sin embargo tus oídos son receptores, escuchas frases que te horrorizan: -“¿Está vivo?”  -“Ya vienen los paramédicos” –“La mujer está muerta”.  ¡De que están hablando, si yo estoy escuchándolo todo! ¿Quién se murió? ¿De qué mujer hablan, si yo venía solo? ¿A dónde me llevan? ¿Por qué no puedo moverme? ¿Paralítico?  ¿Homicidio?



A partir de ese momento, tu vida cambió, y no solo la tuya, sino la de tus seres queridos, la del incauto que tuvo la mala suerte de cruzarse por tu camino, la de su familia, que sin deberla ni temerla, ha despertado en medio de la peor pesadilla de sus vidas. Y tu “amigo” ¿Dónde está?  Te ha abandonado en el peor momento, pero antes de dejarte más solo que un perro, te ha dejado dos nuevos guardianes: dolor y culpa.



Y siempre lo odiarás, maldecirás el día en que se apoderó de tu vida. Derramarás lágrimas de arrepentimiento y desearás haber escuchado a los que si eran tus amigos. Pero ya es tarde. A ti te tocó “bailar con la más fea”, a ti te tocó darte cuenta de que hay amistades que a la larga no son buena compañía y que de ahora en adelante tu vida cambiará.  Ojala esta vez, elijas hacer de esta experiencia un aprendizaje y luchar con toda tu alma por volver a empezar, hacer de tu vida un ejemplo que estés dispuesto a compartir y pregonar, ya no puedes remediar lo que tú hiciste, pero puedes evitar que otros lo hagan. Te tocó aprender de la manera más dura que: “El alcohol nunca será la mejor compañía y que jamás se mezcla con el volante”

¡Los saludo!

En memoria de los que de una u otra forma han sido victimas del alcohol.