11.01.2010

Y los muertos aquí, la pasamos muy bien, entre flores, de colores…

Los vivos la pasamos muy bien, porque llega una fecha importante dentro de la cultura mexicana, ¡el Día de Muertos! Para muchas personas es un día feriado. ¡Qué maravilla! Que gusto que gracias a los que ya partieron, haya un día para descansar, salir de la ciudad, ir de antro, hacer una fiesta de “Halloween” y por supuesto, comer pan de muerto, ¡que rico!

La verdad es que para mí el día de muertos era todo lo anterior, hasta que se murieron mi hermano y mi mamá. La muerte tomó importancia en mi vida y empecé a verla de manera diferente. Me pareció importante que si ya no íbamos a celebrar sus cumpleaños, (porque evidentemente un cumpleaños es para celebrar los años que vivimos) pues unirnos a esta celebración como un homenaje y como una manera de recordarlos en un día especial. Y así fue como desde hace ya varios años, en casa de mi papá empecé a poner un altar de muertos. ¡Y me encanta! Porque cuando uno empieza a investigar los significados que hay detrás de cada elemento del altar, se da cuenta de que todo tiene una razón de ser y sobre todo, me maravilla que una costumbre tan antigua siga estando tan arraigada en el corazón de nuestro pueblo. Me encantan los colores, la flor de cempasúchil, las calaveritas de azúcar y el olor a copal e incienso.

No puedo negar que la influencia del país del norte siempre estuvo presente. De mi infancia queda el recuerdo de los disfraces de bruja que nos hacía mi mamá, y esas salidas a pedir “Halloween” con mis amigos vecinos. ¡Era tan divertido!

Cuando nació mi primera sobrina, pensé que una buena actividad para hacer con ella era hacer una calabaza de Halloween. En mi casa nunca hicimos calabazas, así que lo único que se me ocurrió es que el chiste de tan gigante verdura era hacerle unos ojos, boca y poner una vela dentro. No tenía ni idea de que la piel de las calabazas era tan dura, en mis clases de biología nunca me enteré de que una calabaza tiene semillas y pulpa en el interior, que más parecen una gran telaraña. Tampoco tenía idea de que si lavas la calabaza, para sacarle toooodo el mugrero que trae dentro, se queda húmeda, y con el paso de los días se vuelve el hogar de toda clase de habitantes del reino Fungi. Pero bueno…. hace 13 años Paulina, de 11 meses entonces, recibió su primera calabaza de Halloween. Lo que más me emocionó, es que justo por esos días ellos se fueron de vacaciones y en el hotel tenían un altar de muertos y tenían también calabazas. Cuando Pau vio las calabazas, empezó a decir “Titi” ( nombre para la tía, asignado por sobrina #1). La pequeña a sus 11 meses ¡sabía que su Titi le había dado una calabaza de Halloween! Así que al año siguiente, me di a la tarea de hacer otra calabaza, pero esta vez, hice alguna investigación, que me ayudo a que fuera menos complicada la tarea. Obvio que los primeros años, la emoción de hacer la calabaza se le iba a mi sobrina al ver todo lo que teníamos que hacer. Le daba todo el asco del mundo la pulpa y se aburría de estar raspando el interior de la calabaza con una cuchara que la mayor parte de las veces se nos doblaba. Con tiempo se convenció de que la pulpa de la calabaza no es tan amenazante y que todo tiene solución con una buena lavada de manos. Mi cuñada, hace algunos años, nos trajo de un viaje uno de esos `kits`para hacer calabazas que venden en Estados Unidos. Venía con un libro de patrones y unas sierritas de lo más curiosas. ¡Qué maravilla! Nuestra elaboración de calabazas evolucionó. Pudimos jubilar los rígidos cuchillos de cocina y darle rienda suelta a la creatividad con esas sierritas, que siendo finas y flexibles, permitían elaborar cortes más finos y sofisticados. Así pasamos de calabazas de carita, a las calabazas de diseño. Cada año se volvía un reto, que diseño haríamos el lobo, la bruja, la araña. En lugar de hacer una calabaza, hacíamos dos, una para su casa y otra para la mía, luego había que hacer calabazas para las otras sobrinas. En noviembre de 2007 hicimos nuestra última calabaza juntas. Yo me casaría en marzo y el plan era que me mudaría a Canadá lo antes posible, así que pensé que lo mejor era heredar a Paulina el kit de sierras y patrones. Sé que al principio dudó un poco de hacer esta actividad por sí misma, pero ya también estaba Mariana, su hermana, así que alguien debía hacer una calabaza para la casa. Con el apoyo de Ceci, Paulina hizo su primera calabaza solita en Noviembre de 2008. Y ahora lo divertido, es que yo hago mis calabazas aquí, ellas en México y nos mandamos las fotos ¡para ver como quedaron!!



Pauli cumple 14 años este Diciembre. Ahora su mundo es de amigas, música, las ilusiones y los dolores de cabeza que da el colegio. Pensé que tal vez hacer calabazas ya no sería divertido. Pero el otro día, le puse un mensaje en su Facebook, preguntándole si ya estaba lista para la Calabazas 2010… la respuesta no se hizo esperar “¡Por supuesto!!! Me llena de ilusión saber que está pensando en hacer su calabaza. Cada noviembre una calabaza iluminará la oscuridad, esperando la llegada de los muertos y al mismo tiempo hablará de una tía y una sobrina, que comparten los lazos del amor de una familia. Así que dos tradiciones se fusionan en mi corazón, una que me hace recordar con cariño a los que ya no están, y otra que me habla del disfrute de la vida.

¡Los saludo!