Un tema de moda ha sido la boda de “William y Kate” (como si yo los conociera). En la era de la super-comunicación la difusión del enlace nupcial del futuro rey de Inglaterra desata una ola de comentarios, deducciones, predicciones, críticas y augurios. La Monarquía inglesa es una de las más conocidas. Es verdad que son lo más cercano que tenemos a Cenicienta o la Bella Durmiente, pero de carne y hueso. Por supuesto que no me perdí la repetición de la “Boda del Siglo”, (tampoco fui tan entusiasta para levantarme en la madrugada a ver el evento en vivo, cuando sabía que podía disfrutarlo horas más tarde sin tanta ojera) Ver la boda me provoca muchas emociones y sentimientos encontrados. Me genera ilusión ver a una mujer que hace sus sueños realidad, que ha encontrado al hombre de su vida, al “príncipe azul” de sus sueños. Aquí la cosa… es que el hombre ¡en verdad es un Príncipe! Y no por guapo y elegante… sino porque ostenta un título nobiliario que lo acredita como tal. Me emociona que un hombre haya encontrado el amor de una mujer, aparentemente él está dispuesto a protegerla, amarla, a tratarla ¡como a una reina! Pero la verdad… es que esa mujer pudiera ser la futura reina de Inglaterra (digo pudiera porque ya vemos que luego se “sala” el asunto y no es). Me disgusta ver al príncipe Carlos y a Camilla Parker, en su magnífico matrimonio, tras su largo y comentado adulterio. No es que ande de persignada, pero mucho se ha publicado que ese “amorcito” es de siempre. Para mí, el señor bastante cobarde, que por no haber defendido sus verdaderos sentimientos, hizo de su matrimonio un teatro. Ella… una mujer que aceptó ser la amante del hombre que no supo hacerla su esposa por cumplir un protocolo. Al final… se quedó con lo que quería. ¿Será que Camilla es la personificación de la frase que dice “El que persevera alcanza”?.
Canadá es una monarquía constitucional, donde las labores del Jefe de Estado y Jefe de Gobierno son diferentes. El Parlamento Canadiense consta de tres partes: La reina, representada por el gobernador General, el Senado y la Cámara de los Comunes.
La Carta Patente de Constitución del Gobernador General y Comandante en Jefe de 1947, autoriza al gobernador general de Canadá a representar a la reina. El Gobernador general no es un puesto político. La Constitución de 1867 otorga el poder ejecutivo a la Reina, sin embargo, en la práctica, esta función la ejerce el primer ministro, que ahora es el Sr. Stephen Harper, y sus "canchanchanes". El Gobernador General da consejo, aviso, representa a la corona en todo momento y tiene una estrecha relación con el primer ministro, ¿Qué tal eh?
Y aunque los canadienses no se preocupan mucho por estos asuntos y otros tanto creen que ya nada tienen que ver… pues resulta que en la moneda, en las oficinas de gobierno, en las escuelas, está todavía la imagen de la señora que en la boda vistió elegantemente un vestido y sobrero amarillo. Estos lazos que todavía nos unen, resultan en que cuando nos honran con su visita tan celebres personalidades, los gastos corren por cuenta de los contribuyentes canadienses. ¿Lo pueden creer? Así que espero que la próxima visita del Duque y la Duquesa de Cambridge sea corta, ya que sus ritmos de vida son algo vertiginosos. A pesar de algunos detalles, la monarquía forma parte de los orígenes de Canadá, de su cultura e identidad, que en esta provincia de British Columbia, por la gran cantidad de emigrantes que existen, cada vez siento que se va perdiendo mas la identidad canadiense, fundiéndose en una mezcla de culturas y de luchas por ser “políticamente correctos”. Sin embargo, muchos canadienses, sobre todo del género femenino, hicieron desayunos de madrugada, vistieron con sombreros y vestidos elegantes, se reunieron para ver el enlace del futuro rey, recordar cuándo por la radio escucharon la boda de la reina Elizabeth y comentar las desdichas de la difunta y siempre amada Lady Di.
Les dije que esto de la monarquía me produce sentimientos encontrados. No niego que me encanta leer sobre la realeza, sentí mucho la muerte de la Princesa de Corazones, Lady Di, y de verdad deseo que los “amigos” William y Kate hayan encontrado el amor, que su matrimonio sea verdadero y para siempre. Pero ¿realmente necesitamos monarquías en este siglo? ¿Qué nos aportan, además de material para programas de modas y chisme? Eso no lo sé… Lo que si se es que para ser feliz no se necesita de títulos ni de palacios, que el honor y nombre de una familia no los da la realeza, sino el cariño, la unión y el trabajo honrado, y que la paz y el amor que tengo en mi vida no los cambio por la vida de ninguna princesa.
¡Los Saludo!
Pd: Cuando escribí esta entrada de mi blog, todavía no circulaba por Facebook la prueba de que la percepción de las “hermanastras” no fue solo mía…Aquí les dejo la evidencia.